El Museo de Sitio se inauguró en el año 2016 y se ubica junto a los restos del antiguo sitio arqueológico de Samaca, el mejor conservado del valle bajo de Ica.
Está rodeado de vegetación natural ribereña y de chacras cultivadas. Un gran desierto árido lo separa de los valles vecinos de Pisco y Nasca. En el entorno asoman mesetas pedregosas, cerros erosionados por el viento, arenales y altas lomas, como las de Ullujalla y Amara.
El valle fue ocupado sucesivamente desde hace más de 2000 años por diversos pueblos que desarrollaron los estilos culturales denominados Paracas, Nasca, Huari, Ica-Chincha e Inca. De cada uno de ellos, se exhiben muestras de herramientas de labranza, instrumentos musicales, ollas, ofrendas de cerámica, mantas, fajas, sogas de fibras de camélidos, algodón, porras, morteros y conopas de piedra.
Una función importante del Museo es la educación y sensibilización sobre el patrimonio cultural local que se les ofrece a los visitantes nacionales, extranjeros y a los trabajadores del fundo orgánico Samaca y a sus familias. En su mayoría, los escolares provienen de los centros educativos de Ica, Huancavelica, Ayacucho y Lima. Ellos recorren el museo y luego la Huaca Samaca. Esta tiene 2.5 hectáreas con arquitectura de barro y puertas de huarango. Son recintos edificados con adobes paralelepípedos, terrones y piedras. Aparte de viviendas, allí se realizaba diferentes actividades económicas: se procesaban alimentos y líquidos como la chicha, se producían objetos de cuero, se criaban cuyes y se han encontrado almacenes de granos.
Nuestro museo no sólo es insólito, sino además clandestino, debido a nuestras burocracias, extrañas, casi kafkianas.
Eso no es lo que importa. Desde niños recogimos de las huacas de Ullujaya las huellas de unos hombres “únicos y frágiles como el barro pintado”. Fueron telas deshilachadas y huacos rotos que habían dejado los huaqueros, pitas y trenzas sorprendentes, mallas impecables.
De ahí salió y sale nuestro museo. Casi no hay huacos enteros, ni manto alguno que se venda en “Christies”. Todo roto pero para recordar que hubo hombres mejores que nosotros, artistas de troche y moche.
Pero el lector pensará que se trata de un museo como el de la señora de Cao. Es lo contrario: nuestro museo se ha construido con horcones de huarango, caña y barro, o sea quincha.
No he calculado el costo de nuestro museo, ni me importa. Sé que el arquitecto fue Martín Horta. Los maestros: Faustino Coila y Arnaldo Galindo principalmente. Pero todos en Samaca pusimos una mano.
Fue importante la colaboración de Esther Zeña, maravillosa restauradora y museógrafa. Importantísimas han sido las observaciones de David Beresford-Jones y las opiniones de tantos amigos que han pasado bendiciendo estos paisajes.
Está dicho: el museo recoge lo encontrado en el piso durante 29 años. Hemos intentado ponerlo en valor y cuidarlo.
Nuestro museo es como el “Muna” de Pachacámac, pero al revés.
Por: Alberto Benavides Ganoza
Fundador del Museo de Sitio Samaca
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