Economista agrícola. Doctor en economía política
Universidad de los Andes, Mérida, Venezuela. Actualmente investigador-docente de la Universidad Técnica de Manabí, Portoviejo, Manabí, Ecuador. Maestría en economía agrícola, Doctor en economía política. Autor y coautor de 45 libros, 14 capítulos de libros y más de 40 artículos científicos arbitrados e indexados, principalmente en las áreas de historia de la alimentación, la Amazonía, Turismo gastronómico y cocina regionales.
¿Cuál es la importancia de las investigaciones de la biodiversidad en la región amazónica?
La cuenca amazónica es un tesoro que es preciso salvaguardar para garantizar la vida del planeta. Sin embargo, pese a su importancia no ha merecido suficiente atención científica, ni recursos para estudiarla, ni ha sido objeto de un buen tratamiento político de los gobiernos de los ocho países que la conforman, y de los cuales tres: Brasil, Perú y Bolivia, representan el 92 % de la superficie total de la cuenca. Actualmente, la Amazonía, se está convirtiendo de un problema local en un problema regional y mundial.
El mayor desafío para el desarrollo sostenible actual en el planeta está en los polos, en los mares y precisamente la cuenca amazónica, está amenazada por el ecocidio, el genocidio y el epistemicidio.
En la Amazonía se han están dando desde 10.000 a 20.000 años (dependiendo de la fecha de ocupación humana, tardía o temprana, de la Amazonía), tres respuestas adaptativas: la del ecosistema, de las comunidades indígenas nativas, y de la interrelación de constante cambio entre el factor humano y el medio natural. Esas tres respuestas han creado un resultado histórico de transformación cultural de la naturaleza, actualmente amenazada y fracturada por la expansión de las fuerzas del mercado, la deficiente política de los gobiernos locales y nacionales y la codicia económica representada por la minería, la explotación petrolera y la actividad del narcotráfico.
Los suelos amazónicos son muy particulares. No son un gran reservorio de nutrientes, que están en la biomasa que soporta el suelo, reteniendo humedad y materiales. Se trata de una intrincada trama de raíces que se soportan mutuamente por la base. Es un sistema cerrado, muy frágil, que ha evolucionado adaptándose durante siglos para aprovechar eficientemente el agua, el nutriente y la energía solar. Al deforestar el bosque y exponer el suelo, se rompe el equilibrio natural del ecosistema amazónico, y el suelo desnudo, ácido y pobre en nutrientes termina por erosionarse. La mayoría son suelos propensos a la erosión. Lo que permite pensar que la verdadera vocación de uso del suelo amazónico es ser bosque, y a lo sumo reserva forestal, ejerciendo una función protectora del ciclo del agua, del clima regional y de secuestradora de las emisiones de CO2 para beneficio del clima global. Los indígenas amazónicos la han cuidado y preservado durante siglos, aprovechándola para su subsistencia con mesura. Y ese “tesoro” preservado constituye la mayor selva tropical del mundo, la principal área verde del planeta, que contribuye a aminorar los efectos negativos del cambio climático.
¿Cuáles son las acciones que se deben adoptar en defensa de los ecosistemas terrestres y aéreos como patrimonio cultural y natural?
Existen acciones de largo, medio y corto plazo. Y también acciones locales, regionales, nacionales e internacionales.
La verdadera garantía de la vida en el planeta, es la preservación de la estabilidad del clima y de la biodiversidad, fuente de nuestra alimentación y de nuestros goces espirituales, y el fundamento de la diversidad cultural. Desde esa perspectiva, la Amazonía es uno de los principales instrumentos para preservar la vida en el planeta.
No obstante, a pesar de su importancia y de su papel crucial, no se observa un gran esfuerzo concertado a nivel mundial para preservar su integridad, salvo el realizado por las asociaciones indígenas amazónicas y algunas ONGs, que desarrollan sus acciones con pocos recursos y grave riesgo para sus activistas. Pero sus acciones y su capacidad de movilización son limitadas.
Entre tanto, hay escasa consciencia política entre las altas esferas gubernamentales de los países miembros de la Cuenca, para implementar acciones concretas para responder a la necesidad y urgencia de proteger ese valioso patrimonio de la humanidad. Una respuesta eficiente ha sido la creación de grandes parques nacionales y zonas de reservas protegidas.
La salvaguarda de los recursos de la Amazonía es tarea de todos. La tarea ética de los ciudadanos es la de preservar la naturaleza, evitando la destrucción sistemática de la Amazonía. Hay que enfrentar la deforestación, las quemas, la extracción ilegal de sus recursos forestales, la entrega de las tierras de la Amazonía a empresas multinacionales.
¿Qué relación tiene la biodiversidad amazónica y los bosques con la regulación del clima, y las culturas indígenas?
Uno de los mayores problemas del planeta es el cambio climático, que se refleja en el calentamiento global como consecuencia de la emisión excesiva, creciente y continua de gases de efecto invernadero (GEI), y la incapacidad que de los organismos oficiales para crear un sistema eficiente de mitigación de esos gases. La cuenca amazónica es importante por su vasta superficie, grandes bosques, inmensas reservas de agua dulce, su megabiodiversidad y su diversidad cultural. Es la mayor despensa mundial de oxígeno, agua dulce, biomasa, alimentos y energía del sistema.
Es la mayor selva tropical con 7,4 millones de km2. Posee el 4,9 % del área continental del planeta, con el 50 % de sus bosques tropicales, que secuestran cerca de una quinta parte de la emisión mundial de carbono (entre 90 140 millones de CO2), para actuar como el gran sumidero neto de CO2, aunque ahora está convirtiéndose en un emisor de CO2, con sus efectos negativos sobre la regulación del cambio climático.
La cuenca contiene entre el 17 y el 20% del agua dulce total del mundo. De ese total, solo el 0,3 % del recurso hídrico es de fácil acceso, mientras que el 40 % de la población mundial sufre de grandes sequías, y carencia de agua dulce para satisfacer sus necesidades básicas. En esa perspectiva, el aporte de agua dulce de la Amazonía es vital para la vida de los ecosistemas. El río Amazonas, con sus casi mil afluentes, es el más largo y caudaloso del mundo, con un caudal medio de 225.000 m3 de agua por segundo. La cuenca produce la mitad del agua de su lluvia. La otra mitad es aportada por los vientos alisios desde el océano Atlántico. La deforestación, ha sido deforestada cerca de un 15 % del total de la cuenca, repercute sobre el calentamiento del Atlántico y Pacífico tropicales aumentando precipitaciones e inundaciones en el Pacífico oriental, y disminuyendo las del Atlántico ecuatorial, así como las sequías con sus efectos sobre la temperatura mundial.
La cuenca contiene el 10 % de la biodiversidad en flora y fauna; representa el 11 % de las especies de mamíferos, el 31 % de aves, el 26 % de reptiles y el 15 % de peces de agua dulce del planeta. En la Amazonía existen unas 14.000 plantas con semilla, un 6% de las existentes en el mundo, que suman 235.000 especies. Aquí habitan cerca de 33 millones de personas, de las cuales se estima que alrededor de 4 millones corresponden a la población indígena. Comunidades nativas sometidas a una presión constante que cambia su estilo de vida, su concepción del mundo, y su inserción en él, produciendo la desaparición de sus conocimientos ancestrales, lenguas, regímenes alimentarios, y su cultura, produciendo un acelerado y casi irreversible epistemicidio.
La acción más urgente y concreta es que los países integrantes de la cuenca desarrollen una política común de protección de la Amazonía, con la asistencia técnica y legal de la Organización de las Naciones Unidas, y de sus órganos especializados como la FAO, la UNESCO, la OMS, la OTCA y la OMT, basadas en políticas de desarrollo sostenible y de ética humana y respeto ambiental.
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