JEFFREY R. PARSONS. PROFESOR EMÉRITO Y CURADOR EMÉRITO DEL DEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGÍA Y MUSEO DE ANTROPOLOGÍA DE LA UNIVERSIDAD DE MICHIGAN, ESTADOS UNIDOS

Recientemente ha presentado su libro Remembering Archaeological Fieldwork in Mexico and Peru, 1961-2003 que comprende una importante investigación en sitios arqueológicos al borde de la destrucción. En esta perspectiva ¿qué importancia- tiene su libro en la protección del patrimonio cultural?

Durante los primeros años de mi trabajo arqueológico en México (1961) no me percaté de cómo los sitios arqueológicos en el Valle de México estaban siendo afectados debido a 1) la intensificación del uso de la tierra (urbanización, comercialización y mecanización de la agricultura); y 2) la modificación del paisaje a través de canteras, basureros y la «recuperación» de tierras con la construcción de terrazas, reforestación, construcción de presas; y (3) globalización (que conduce a grandes cambios en las formas de vida tradicionales).

Fue a mediados de la década de 1970 que en México observé que estábamos enfrentando una destrucción creciente y acelerada de los sitios arqueológicos y de las formas de vida tradicionales. Pero no se trataba solo que los arqueólogos pudieran comprender los cambios culturales prehispánicos investigando los restos físicos de ese período: Los cambios que se estaban produciendo en México y Perú también ocurrían en otros países del mundo. Pude constatarlo cuando pasé un año sabático trabajando en proyectos arqueológicos en Grecia, Egipto, Australia y Mongolia. Comprendí entonces que mi trabajo de campo arqueológico había ocurrido en un período de transición entre una época donde los paisajes y las formas de vida tradicionales estaban relativamente intactas, y una época de cambio radical.

Fue entonces que comprendí que mis publicaciones, fotografías y notas de campo representaban un registro importante de este período para los arqueólogos. En especial el archivo de 11,000 imágenes de sitios, paisajes y personas reunidas durante el último medio siglo en México y Perú. Archivo que escaneé y transformé en un medio digital, que está disponible en la Biblioteca Histórica de Bentley de la Universidad de Michigan. Trabajar con estas imágenes me inspiró a publicar un libro titulado: Remembering Archaeological Fieldwork in Mexico and Peru, 1961-2003.

También fue de vital importancia la conservación de mis colecciones de artefactos y su documentación de respaldo para que puedan ser utilizadas por futuros académicos con tecnologías más avanzadas a su disposición en México y Perú. Por ejemplo el uso de la activación de neutrones para discernir antiguos patrones de distribución e intercambio, y nuevos estudios estilísticos para clarificar preguntas tipológicas y cronológicas. En el Valle de México, casi todas estas colecciones provienen de sitios que ya no existen en el terreno, por lo que siempre habrá otra oportunidad de volver a ellos a través de una nueva investigación de campo.

En 1975, introdujo el enfoque arqueológico regional en Perú, realizando una encuesta importante en el área de Junín, en los Andes centrales. ¿Esta investigación ha influido en los estudios arqueológicos peruanos?

La arqueología regional sistemática fue introducida en Perú en 1946 por Gordon R. Willey en el pionero Proyecto Valle Virú patrocinado por la Institución Smithsonian y varias universidades de los Estados Unidos y Perú. El estudio de Willey se publicó en 1953 y pronto tuvo un impacto significativo en la investigación de campo arqueológico. Irónicamente, este impacto se sintió inicialmente fuera del Perú, especialmente en México y Mesopotamia en estudios dirigidos por William T. Sanders y Robert M. Adams.

Empecé a trabajar con Sanders en 1961, con quien desarrollamos tácticas de encuestas apropiadas para implementar de manera realista la estrategia general de la encuesta regional. Este esfuerzo estuvo facilitado por mi experiencia de campo cuando asistí al profesor Robert Scholten en su proyecto de mapeo geológico en Montana. Para lo cual usó fotos aéreas y mapas topográficos para planificar el estudio diario de peatones con el objetivo de buscar huellas superficiales de formaciones geológicas, que le permitieron sacar conclusiones sobre los procesos geológicos que habían creado esos paisajes montañosos.

El objetivo de mi investigación era comparar el cambio cultural prehispánico a largo plazo en México y Perú sobre la base de los cambios en los patrones de asentamiento regional. En 1966, cuando inicié a impartir cursos de arqueología andina en la Facultad del Departamento de Antropología de la Universidad de Michigan, viajé durante dos meses al Perú y Bolivia. Visité el Valle Viru, varios lugares de la costa árida del Perú, y las tierras altas adyacentes hasta la cuenca del Titicaca. Visité muchos sitios y paisajes diferentes, y supe que la metodología de encuesta regional que habíamos desarrollado en el Valle de México podría adaptarse a las condiciones de la sierra andina.

Fue por ello que formulé planes para una encuesta regional sistemática en las tierras altas del Perú, que fue posible gracias al profesor Ramiro Matos, que entonces en 1967 enseñaba en la Universidad del Centro en Huancayo, y posteriormente en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Empezamos a planificar una encuesta en el área entre Huancayo y el lago Junín en la zona de la sierra central con el objetivo de contribuir significativamente a la investigación en el Perú. Cabe señalar que el profesor Matos alentó a David Browman, un estudiante graduado de la Universidad de Harvard, para que realice un estudio arqueológico regional en 1969 en una zona entre Huancayo y Jauja que luego incluimos como parte de nuestro propio estudio regional en 1975 -1976.

Creo que una importante contribución de nuestras encuestas de Junín a la arqueología peruana fue demostrar que los restos arqueológicos de antiguas residencias domésticas y el uso de la tierra, son tan importantes como los grandes monumentos y tumbas para comprender las civilizaciones prehispánicas. Estos sutiles rastros superficiales son físicamente menos impresionantes que los antiguos monumentos y tumbas, y generalmente no se consideran significativos en el esfuerzo de proteger y conservar los restos arqueológicos. Sin embargo, sin comprender cómo y dónde residían y trabajaban los pueblos antiguos, y cómo las configuraciones de tales actividades cambiaron con el tiempo, los monumentos y tumbas tienen menos significado en términos sociales, económicos y políticos.

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